Neill Blomkamp tenía una buena historia en su mente al concebir “Elysium”. No se trata de una historia particularmente nueva o única — la dicotomía utopía/desierto nuclear y la carrera hacia el paraíso son temas que históricamente supieron colarse cómodamente en las películas y la literatura de ciencia ficción. Pero clásico no significa exagerado. Y lo que es familiar no es forzosamente banal. “Elysium” parecía prometedor desde el principio. Pero los creadores no parecen jamás haber decidido lo que deseaban hacer con su filme.
Para empezar, y probablemente a causa de las ideas pre-establecidas que tenemos sobre lo que una película de Neill Blomkamp debería ser, “Elysium” tiene mucho parecido con “District 9”. Es un filme crudo, natural y sin pretensión. Los Ángeles en 2154 se parece a Sudáfrica (o al menos, a la idea que se ha hecho la cinematografía hollywoodense). Pero poco tiempo después de comenzar la película las cosas toman un giro totalmente distinto. Un giro cómico. Max (Matt Damon), un obrero que brega asiduamente, antiguo criminal y huérfano que mantiene fuertes lazos de amistad con su amiga de la infancia, Frey (Alice Braga), comercia con los violentos policías robot, pero se pelea con funcionarios autómatas y se arrepienta de sus andanzas en el mundo de bajos fondos criminales del planeta Tierra. Nos encontramos en el dominio de “Total Recall”. De la pulpa de ciencia ficción. Pues, las cosas divertidas.
Pero la evolución no se detiene allí. Mientras Matt Damon anda en su búsqueda para escapar de las traiciones de su ciudad decadente para elevarse hacia Elysium, esa tierra prometida en el cielo (y se trata literalmente de una ciudad sobre una estación espacial), pasamos al territorio de las grandes películas exitosas del verano. Situaciones cada vez más arriesgadas, encuentros peligrosos con contactos y la “última oportunidad” para alcanzar la gran victoria son todos elementos del género que abarca desde “Star Wars” a “Pacific Rim”. Y al llegar “Elysium” a ese nivel, con su villano — un policía corrupto llamado Kruger (Sharlto Copley) — que lanza la serie habitual de chistes estereotipados, ansiamos volver al naturalismo del primer acto de la película, e incluso al tono alocado del segundo acto. Pero este es el capítulo que nos trae la emoción: seguimos divirtiéndonos pero por razones distintas.
Claramente disyuntiva, “Elysium” sufre de una crisis de identidad. El espectador nunca logra identificarse con esta historia que de hecho imposibilita que lo haga. Una vez más, recuerde que el aspecto victorioso de este filme es su alegría, un logro sorprendente para el director del muy sombrío “District 9”. En el papel de un hombre que lucha por salvar su propio cuero, Matt Damon no encarna un mártir sino un aventurero. Los Ángeles no es un desierto opresor; es una jungla. ¿Y qué de Elysium? Un régimen tirano, sin duda, pero también un sueño digno de Stanley Kubrick. Con tanto peso que resulta inherente a cada parte de la historia sentimos cierto alivio al ver como la película se divierte. Aunque esto implica tener que renunciar a una parte de la gravedad, desafío y originalidad del filme, le damos la bienvenida a la diversión con los brazos abiertos.