El año es el 2020, y ya tenemos los pies bien embarrados por el caos creado por los Kaiju gigantes. “Pacific Rim” retoma el hilo in media res, con la invasión inicial inter-dimensional de los monstruos sobre la Tierra que ocurrió una década antes y una fuerza militar internacional súper poderosa formada de pilotos de naves de guerra (también conocidos como los Jaeger) que recientemente recibieron una mala calificación en cuanto a su habilidad de proteger la Tierra de las crecientes amenazas. Más allá de una breve y concisa introducción no hace falta mucho tiempo para conocer los detalles sobre el reino de esta especie en la Tierra — ellos llegaron, los terrestres corrieron, ellos siguieron llegando, los terrestres se fueron acostumbrando a este situación y ahora el mundo se prepara para el mayor ataque jamás. Y es todo lo que sabemos.
Y de verdad que eso es lo único que hace falta. Y tratándose de lo que puede jactarse de ser la película más grande del verano la filosofía de que “menos es más” parece estar sellada en cada página del guión. Guillermo del Toro, el maestro del imaginario, deja que su mundo hable por si solo – durante el curso de dos horas mientras uno pasea por la mente del creador mientras nuestros ojos se van abriendo cada vez más ante la fantasía deslumbradora: .la base de la milicia de los Jaegers, el mundo del hampa traficante de órganos Kaijus, los flashbacks tormentosos de cada soldado afligido por la tragedia. Bueno, para reiterar, los aspectos sensoriales de la película se encargan de hablar dejando que nuestra admiración excesiva llene esos vacios dejados una intriga y personajes flojos.
Esta película se nutre de una intriga de base y no intenta hacer creer que hace más que eso. La intriga es tan sencilla que pudiera resumirse así: los robots contra los monstruos. A los personajes les faltó consistencia: Charlie Hunnam encarna un antiguo piloto que sufre de estrés postraumático, Rinko Kikuchi es un soldado que aspira vengar a su familia, Idris Elba (ella es la que da la mejor actuación en esta película) la oficial comandante que va directo al grano, y Robert Kazinsky el virtuoso que no se muestra muy jubiloso cuando Raleigh (Hunnam) regresa a participar en toda la acción. Pero, ¡tiene un perro! Y con esto basta para encariñarnos eventualmente con él. Y buena parte del dialogo lo empujara a mirar el teléfono para cerciorarse que no está de nuevo en el año 1996. Pero al abrazar esta identidad, deleitarnos ante los viejos tropos y tradiciones en lugar de querer hacernos creer que se trata de algo innovador, “Pacific Rim” nos seduce. ¡Tampoco lamentará oír las líneas extravagantes o los virajes previsibles de los personajes; al contrario, usted irrumpirá en risas!
El humor y la diversión se hacen patentes en “Pacific Rim”, y veremos más parecido con “Hellboy” que con los otros largometrajes serios del director. Los submundos de inmersión, los paisajes exhilarantes y las batallas impresionantes jamás dejan de cautivar. Y dándole el toque de comicidad a los acontecimientos tenemos a los inadaptados: Charlie Day dirige el grupo y su personaje no dista mucho del que hizo en su papel en el largometraje “It's Always Sunny” — un científico de carácter excitable que considera clave entender el cerebro de los kaijus para poder ganar la guerra contra los invasores. Los cómplices de Day en la pantalla son Burn Gorman, un matemático didáctico que le lleva la contraria a las teorías exóticas de son asociado cada vez que puede, y Ron Perlman, actor fetiche de del Toro, encarna a un hombre corrupto que se enriquece del mercado negro.
Pero ultimadamente la película no logra satisfacer al dejarse llevar por sub intrigas poco imaginativas. Sin embargo, aunque pudiera ser que su mente divague de vez en cuando, nunca se desvinculará de la película; se trata tanto de un viaje como de una historia. De principio a fin, nada está ausente de este largometraje – estará fascinado por ciertos aspectos grandiosos y lo divertirá por otros diminutivos, y sentirá como vibra su cuerpo al sentirse nutrida por tantas emociones. Nada menos que diversión no adulterada.