Robert Zemeckis es esencialmente un director de superproducciones. La acción jamás ha sido un problema para el hombre que estuvo detrás de “Regreso al futuro”. Incluso cuando pone a un lado las aventuras de concepto elaborado para tratar historias humanas conmovedoras — recuerde “Forrest Gump” o “Cast Away” — él siempre está en el gran despliegue. Su última película “Flight” permanece dentro de esta tendencia con una historia que gira alrededor de un hombre que lucha contra el alcoholismo y el estrellamiento aterrante de un avión. Pese a que Robert Zemeckis domina su pieza de resistencia con una mano experta, y pese a que encontró un actor de grandes habilidades en Denzel Washington, los 90 minutos de “Flight” que siguen el momento casi fatídico no logran mantener su peso. El aspecto grandioso funciona muy bien. El aspecto íntimo, un poco menos.
Denzel Washington encarna el papel estelar de Whip Whitaker, un pilote de línea aérea temerario que pasa sus días piloteando grandes aviones sin dejar de coquetear con las mujeres, consumir cocaína y tomar alcohol hasta dormirse. Aunque esté borracho en pleno vuelo que cambiara su vida para siempre esta no es la razón por la cual el avión corre el riesgo de estrellarse – de hecho, es probable que su condición le haya facilitado tener la ingeniosa idea para el aterrizaje. El guionista John Gatins acompaña a Whitaker a lo largo de la locura que sigue: una investigación sobre lo que realmente ocurrió durante el vuelo, la batalla de Whitaker por controlar sus dependencias y sus nuevas amistades que pudieran salvar su vida.
Robert Zemeckis sobrepasa incluso el accidente aéreo que él mismo creó en “Cast Away” con una secuencia del avión en caída libre (si usted ya tiene miedo a los aviones “Flight” podría transportarlo a estos territorios de fobias). En algunas escenas que vienen después del accidente aéreo, Denzel Washington ofrece una excelente interpretación que traduce perfectamente la destrucción mental que lo aflige. Vemos a un Whitaker visiblemente agobiado por los acontecimientos, y que busca constantemente ser confortado por el alcohol. Flight hace un esfuerzo por recalcar este aspecto de la introspección a lo largo de la película, enlazando a Washington con Nicole (Kelly Reilly), una toxicómana con tantas angustias como él. Pero la relación que los une jamás llega a ser profundizada y el guion hace muestra de vez en cuando de alusiones evidentes y exageradas sobre el abuso de substancias ilícitas (al estilo de Nic Cage en “Leaving Las Vegas”) y las pequeñas peleas que vienen después. El Whitaker que Washington toca el fondo del barril muy temprano en la película, y permanece allí hasta el punto culminante.
A través de este relato íntimo existe una tentativa divertida del representante del sindicato de pilotos (Bruce Greenwood) y del abogado de la empresa (Don Cheadle) por poner a Whitaker a valer. Los dos hombres hacen todo por evitar que Whitaker sea culpado por los investigadores de la Oficina de seguridad de transportes. El hilo narrativo no contribuye a poner en evidencia el sufrimiento de Whitaker pero es sin duda alguna una manera de incrementar la duración del largometraje.
Todos los elementos en “Flight” tienden a irse hacia los extremos, y esto se hace a propósito. El volumen de la música sube constantemente, la fotografía es brillante y poco natural, son muy escasas las veces que logramos penetrar bajo el caparazón de Denzel Washington para saber que lo atormenta realmente. Para Robert Zemeckis, “Flight” sigue siendo una película espectáculo, con la habilidad de Denzel Washington por emocionarnos sirviendo de mágico efecto especial. En vez de utilizarlo con parsimonia Zemeckis escoge el camino del gran despliegue. Demasiado grande, de hecho.