Son tres las categorías en que se puede dividir al público que acudirá al cine para ver la adaptación de “Carrie” de Kimberly Peirce. La primera categoría incluye a los firmes seguidores de la adaptación original – lo cual incluye a casi todos los cinéfilos modernos, o los seres humanos comunes y corrientes que eran por lo menos adolescentes durante los años 70. Un grupo del cual se podría esperar – luego de 40 años y una directora tan perspicaz como Peirce – algo que sea totalmente diferente al clásico del género de horror de Brian De Palma. Aunque la versión original nos haya hipnotizado este grupo no irá al cine para ver una adaptación donde Chloë Grace Moretz hace el papel que fue ocupado por Sissy Spacek.
El segundo grupo está formado por aquellos que nunca llegaron a ver la película « Carrie» de De Palma, o aquellos que no la recuerdan con mucho cariño pero que sí tienen en alta estima a la novela de Stephen King. Un grupo que pudiera creer que el formato epistolario pudiera regresar a la pantalla de manera más inventiva, para contar la historia de Carrie White usando el estilo que el propio Stephen King seguía en sus inicios.
Finalmente, se encuentran los más jóvenes de toda esta muestra: agrupados aquí están los que jamás vieron, jamás leyeron y quizá jamás hayan oído hablar de “Carrie”, pero que sí irán a los cines por amor a la joven Moretz y por la esperanza de vivir la sensación de miedo. Estos son sin duda los que saldrán más satisfechos de esta película – y aunque el objetivo sería de tratar cada nueva película como una obra independiente de todos las versiones precedentes y material fuente, cualquier persona que haya visto la película “Carrie” del año 1976 tendría dificultad en comprender el proceso mental que atraviesa su mente basándose exclusivamente en esta nueva adaptación.
Incluso aquellos que no están muy versados en la adaptación original de Carrie podrán detectar la ausencia del tono grave que tanto necesita este largometraje. Igualmente, el aspecto glacial de la escuela creado por la visión hollywoodense le roba a Carrie White de todo su desespero, sus iguales son librados de toda crueldad y el punto culminante carece de todo ese sabor de severidad autentica. No hay sino un solo lugar donde « Carrie » se destaca – y esto tiene que ver con Margaret White, interpretada por la actriz Julianne Moore, un personaje tan frío y fuertemente anclado en un mundo oscuro y de miedo que sentimos como el miedo se apodera del cinéfilo. Pero en el contexto del mundo algo artificial usado para crear a esta “Carrie”, Margaret y la oscuridad que recubre el tercer acto es del todo desagradable sin que sepamos si existe razón alguna para ello.
¿Qué hace y que trata de decir “Carrie” con todo este horror? Al desconectarse de toda la fuerza encerrada en las escenas de peso dramático, el gran nivel de diversión que trae ese género y los tributos cinematográficos, este largometraje flota libremente sin identidad definida. Aunque el material es lo suficientemente buena para que usted siga viendo toda la película, y que las interpretaciones son lo suficientemente convincentes para darse uno cuenta de los sitios donde se pudo haber cubierto la carencia con un guion más reforzado, usted no saldrá de la exhibición de “Carrie” con muchas respuestas. Pero sólo surgirá una pregunta: ¿Por qué se molestaron en hacer la película?