“The Secret Life of Walter Mitty” es sin duda alguna la película más encantadora de Ben Stiller como director. Con el guionista Steve Conrad (que no desconoce la sentimentalidad ya que estaba detrás de las películas “The Pursuit of Happyness” y “The Weather Man”), Ben Stiller ha producido una película que celebra la cultura YOLO (“You Only Live Once”, “Vivimos sólo una vez) pero que rechaza la nueva etiqueta hashtag de moda. Inspirada en una historia escrita por James Thurber, que ya había sido la inspiración de una película estrenada en 1947 con la participación estelar de Danny Kaye, el material ha sido modernizado para que sea más compatible con nuestra época époque, enfoca la idea de las interacciones humanas pervertidas por el filtro de la tecnología.
El personaje principal, encarnado por un Ben Stiller totalmente reticente, es contratado por la revista “Life” para realizar la labor de “administrador de activos negativos”. En otras palabras es quien administra la biblioteca en el cuarto negro de la amplia colección de negativos de fotos de la revista, es decir que su actividad se desarrolla tras bastidores y muy lejos de la aventura. Parece estar de lo más feliz de pasearse por su vida buscando sensaciones fuertes en sus sueños despiertos, siempre precavido ya que nunca participa en nada que sea demasiado riesgoso. Sus recurrentes andanzas en la fantasía son presentadas bajo dos facetas: por una parte están las escenas teatrales con una coreografía gigantesca que dependen en buena parte de los efectos digitales, y por otra parte están los momentos donde Walter parece estar petrificado y sin referencia.
Las ilusiones alcanzan alturas de fantasía que valorizan el humor descabellado de Ben Stiller. El humor de estas fantasías es tan exagerado que socava el tono de la película… con la excepción de una escena maravillosa en la cual Walter cree que se ha contagiado de la “enfermedad de Benjamin Button” con el propósito de seducir a la mujer de sus sueños, su colega Cheryl Melhoff (Kristen Wiig, quien logra temperar su actuación para mostrarnos una mujer de trato dulce).
Por suerte los estratagemas no son excesivos ya que Ben Stiller supo construir una obra que se dilata recorriendo los distintos niveles más sutiles de la fantasía que impregna la cultura popular. Orienta la película más allá de las situaciones vividas por Walter y da pequeñas puntadas a otros personajes también. Walter no tiene el monopolio de la percepción deformada. Su enemigo, Ted Hendricks (Adam Scott), también fue contratado por “Life” para preparar el terreno en vista de la transición de la revista a la era digital.
Hay incluso indicios que muestran que la película es más que una mezcolanza de escenas fantasiosas concebidas para suscitar risas fáciles. La película deja a un lado los sueños cargados de Walter para dirigir su atención hacia algo de más importancia luego de la desaparición de una fotografía, que debía aparecer en la portada de la última edición impresa de la revista y que captura la “esencia de la vida”. Cuando Ted le advierte que mejor ni se aparezca de nuevo por la oficina hasta haber recuperado esta foto Walter decide emprender la búsqueda del hombre que recogió la imagen, el fotógrafo estrella de la revista Sean O’Connell (Sean Penn), siguiendo pistas que lo llevaran a Islandia y Afganistán. No es importante saber si Walter encontrará a Sean; la gran pregunta es saber si Walter llegará a encontrarse a si mismo. “The Secret Life of Walter Mitty” no tendrá tanto la culpa de haberlo absorbido en el mundo del cine pero si lo incitará a quererse escapar de él.