“Godzilla” se trata de una aventura nueva, fresca y palpitante para un monstruo clásico.
La versión original de “Godzilla”, el largometraje japonés estrenado en el año 1954, reinventó la identidad de las películas de monstruos, engendró un legado de unos treinta largometrajes y pronunció un extenso discurso para ilustrar el ambiento político de aquel entonces. El más reciente de estos largometrajes — de producción americana, creada por Roland Emmerich en 1998— es considerada universalmente como el desastre más deplorable que cualquier estrago causado en Tokio por el reptil gigante. Al considerar que estas dos versiones sean las más recordadas por el público contemporáneo, “Godzilla” de Gareth Edwards ha sin duda logrado también proyectar su larga sombra. Las comparaciones son inevitables al tratar el tema de la nueva película; es más, se justifican. Pero hay que señalar que el mayor logro de la versión 2014 es que tiene muy poco que se parezca a las demás películas “Godzilla”. Y esto lo decimos como algo positivo.
Aquí no encontrará rastros de aquel “Godzilla” de 1954, alegoría extrema y a veces monótona y construida en base a elementos sobrenaturales para narrar la historia del holocausto nuclear. Y ahora la óptica es totalmente lo opuesto: en el “Godzilla” de Gareth Edwards todo gira en torno de los monstruos. Sin importar cuál sea el tema evocado — la perseverancia de la naturaleza, los delirios de la humanidad, la paternidad, la locura y la fe – su presencia sirve para hacer avanzar la sencilla misión de entregar una historia de ciencia ficción inteligente y emocionante. El largometraje tiene elementos de tono serio que han sido espolvoreados a lo largo de la cinta para mostrar científicos, militares, médicos, policías y un conductor de autobús compasionado que luchan con las elecciones que deben hacer al verse retados por un peligro monstruoso. (A este respecto Edwards se merece ser adulado por su decisión de no seguir el camino típico donde vemos siempre: “científicos = buenos, inteligentes, militares = malos/sin inteligencia” en esta película — aquí todos se mantienen abiertos a escuchar las ideas de los demás). La presencia de la humanidad nunca falta pero jamás resulta excesiva. Pero hay que resaltar que la película no gira en torno a estas personas o sus actividades.
El único personaje que agrega una dosis de importancia temática (o humana) es el Dr. Serizawa, encarnado por Ken Watanabe, cuyas máximas transmiten el miedo con respecto a la criptozoología, la Tierra y la ausencia del poder humano. Aunque quizá no contribuya mucho más que los demás héroes principales (el soldado amable Aaron Taylor-Johnson, la asistente médico y madre Elizabeth Olsen, el teórico que tenía razón desde el principio, Bryan Cranston), pero la interpretación tan alocada y enérgica de Watanabe en la piel del científico estresado es de un bueno y a la vez bizarro que usted estará convencido durante una escena y quizás hasta dos, de que se trata de algo verdadero.
Finalmente, la belleza del nuevo sabor “Godzilla” no proviene del compromiso del mensaje que le había dado tanta importancia al largometraje original y tampoco viene a darse en un compromiso con la ligereza que caracterizo la versión de Roland Emmerich, del todo banal. Su belleza se origina en su compromiso con la imaginación. El diseño del monstruo de Edwards es tan estupendo, su deus ex machina tan cautivadora y el espectáculo impecable que ofrece a su público va más allá de lo que uno se atreve habitualmente a mostrar en las películas de monstruos contemporáneos.
Seamos justos, es posible que la película “Godzilla” de este año no sea considerada un remake que satisfaga y logre evocar todos los ideales, el tono o incluso la importancia de la versión original. Los cinéfilos dedicados a la búsqueda de la respuesta al dechado que cambiaría las reglas en esta nueva versión del 2014 solamente encontrarán que la filosofía sincera fue canjeada por una palpitante aventura. Sin embargo, el encanto enfático de mostrar al reptil sexagenario con una nueva óptica difícilmente podrá ser ignorado gracias a un diseño de una creatividad sublima y que paga tributo a la larga trayectoria de las películas de monstruos (Historia que puede ser atribuida en gran parte a la criatura monstruosa.) ¿Se pregunta si “Godzilla” en su versión del año 2014 satisface las expectativas en relación al “Godzilla” 1954? Pues por supuesto que no, pero por el simple hecho que ha hecho desaparecer la necesidad de hacer comparaciones ¡porque el Godzilla en la nueva película se ha revestido con una nueva piel y no podemos decir sino cosas maravillosa de él!
Ah, de paso, ¿quiere saber si este “Godzilla” es mejor que el “Godzilla” del año 1998? ¡Mucho mejor que ese!