Hay una escena en la película “The Counselor” que se destaca claramente de todo el resto, una escena que reconocerá desde el momento que la vea: para no revelar demasiado digamos solamente que esta escena implica un Javier Bardem con los ojos desorbitados que le cuenta a su compañero, el aprendiz criminal Michael Fassbender, un recuerdo de naturaleza sexual que lo implica a él, su querida y chocante Cameron Diaz y el parabrisas de su automóvil descapotable amarillo fuerte. Con sus saltos hacia atrás alternando entre la narración temblante de Javier Bardem y los inquietantes detenimientos sobre la imagen de lo acontecido, presenciamos el momento culminante de la película. Vemos a los actores divirtiéndose un poco durante esta lenta caminata al borde de los barrancos del desespero humano, y la mano firme de Ridley Scott en la dirección se suaviza lo suficiente para permitir que existan los elementos los más extraños del guión y darles un lugar a la altura de su carácter.
En este largometraje son muy raras las oportunidades donde no se sienta una oposición entre el realismo macabro de la visión del director y la realidad apetitosa del guión de Cormac McCarthy. Lo más frecuente es que el telón de fondo desértico de “The Counselor” y los habitantes abatidos desecan el largometraje hasta el punto que todo lo que vemos, incluso cuando es interesante, parece forzado. Pero gracias a las pequeñas historietas creadas por la imaginación surrealista de McCarthy, quien escribe este guion como si se tratara de una novela, seguimos cautivados por la historia.
Nos divertimos al escuchar las réplicas festivas de los personajes que hablan siempre en máximas y a observar el mundo extraño que parece operar conformemente a las expresiones de sabiduría nihilista. Mientras que el papel estelar masculino de Fassbender está desprovisto de toda responsabilidad que sobrepasa la de un portavoz de un thriller a veces estéril, y que su cómplice Brad Pitt no ofrece nada más que sus cabellos dorados para taparnos la vista, hay otros participantes mucho más interesantes en “The Counselor”, que logran realzar el valor poético de McCarthy. Javier Bardem, en la piel de un criminal aterrado y derrotado por su amor, se encuentra al centro de una de las escenas más cautivadoras, luego de la que fue mencionada más arriba. Pero el único actor que encarna verdaderamente el genio fantástico de la escritura de McCarthy es Cameron Diaz, que ofrece no tanto un personaje en una historia extraña sino más bien una creatura que parece venir de un planeta extraño.
Como el sol alrededor del cual gira el sistema solario del guionista, Cameron Diaz se convierte en el centro de esta locura salvaje que – como ya se habrán dado cuenta – es frecuente en este guión. Recubierta de manchas de leopardo, portando un diente de oro y sin jamás alejarse de sus tendencias sociópatas, la actriz nos traslada a la cima de las capacidades de “The Counselor”, el apogeo de lo que pudo haber liberado la película de su identidad de rugoso thriller criminal.
Aunque Ridley Scott es un director con garbo, en esta oportunidad se convierte en un obstáculo para los aspectos más contundentes de Cormac McCarthy. Luego de haber creado tantas historias de ciencia ficción con el realismo y la humanidad que estas requerían, Scott parece no haber alcanzado esta vez su objetivo: “The Counselor” es un thriller del mundo real al cual le hubiese convenido incorporar una mayor presencia de los elementos fantasiosos de McCarthy.