Si conoce el trabajo de Seth MacFarlane se sentirá totalmente desconcertado después de haber visto los primeros 10 minutos de la película “A Million Ways to Die in the West”. La mitad de este tiempo es utilizado para mostrar los créditos iniciales, un homenaje sincero a los clásicos de las películas western (sí, muy hermoso si se quiere ¿pero dónde están los chistes?), una escena que enfoca la ruptura amorosa entre el criador de ovejas encarnado por MacFarlane y su novia Amanda Seyfried que no está muy orgullosa de su novio (sin duda, es una situación bastante comprensivo ... ¿pero dónde están los chistes?) y una escena donde vemos como un bandido malhumorado encarnado por Liam Neeson disparar con su arma a un viejo que busca oro para quitarle una pepita de oro grande (amenazador … ¿pero dónde están los chistes?).
La película de MacFarlane bascula entre escenas que no reflejan ni siquiera un mínimo esfuerzo de humor y los chistes no lograr desatar risas porque no logran atinar con el público. Si miramos esos elementos de manera independiente sentimos cierta incomodidad pero lo vemos todo en conjunto es un verdadero desastre. El material que crea el camino para la relación sentimental de tono naturalista entre MacFarlane y Charlize Theron sería más convincente si formase parte de una pequeña película independiente naturalista en lugar de esta comedia que intenta hacer reír con bromas sobre el sistema gastrointestinal.
Aquí el elemento común no es más que la ausencia de esfuerzo. En lugar de buscar como implicar la creatividad en este juego el guionista y director abre la película con una broma sobre la felación, añadiendo a ello bromas sobre la flatulencia (y aquel primo sucio por decirlo de alguna manera menos directa) y orine de bestias agregando ciertas referencias a la cultura pop. Quizá la mayor desgracia sea ver a actores de alto calibre como Neil Patrick Harris, Liam Neeson y Sarah Silverman son desperdiciados en escenas sin darles la oportunidad de ser cómicos. Liam Neeson no recibe una sola oportunidad para bromear un poco, Neil Patrick Harris (maestro de las contorsiones faciales) logra suscitar algunas risas pequeñas pese a que se trata de un material de categoría C. Bromas de un solo registro, como con Sarah Silverman y Giovanni Ribisi — una prostituta amorosa y su pequeño amigo virgen– o Christopher Hagen en la piel del papá malhumorado de MacFarlane son las fuentes que más contribuyen a darle cierta comicidad al largometraje “A Million Ways to Die in the West”.
A veces la tenacidad cómica de Seth MacFarlane — más precisamente aquella que nunca le despertó mucho interés pero que sí conoce – si se manifiesta de manera marcada. Los habitantes de un pueblo que se pelean por un dólar, Seth MacFarlane y Giovanni Ribisi al mostrar una perspectiva única de una pelea en un bar y una canción sobre las benevolencias de llevar bigotes muy chistosa. Si tan sólo hubiese incorporado un poco de esta imaginación – o de actitud – en el otro 85% de la película “A Million Ways to Die in the West” podría haberse asemejado más a una comedia. Pero en su lugar viviremos una sensación de vacío y estaremos en presencia de penes de oveja.